lunes, 20 de abril de 2009

I Marcha BTT Villa de Herencia: Tantas risas tenían que terminar así.

6:30. Me levanto igual que me acuesto: mirando el tiempo. Esta semana ha estado fatal, con las nubes como protagonistas y con amenaza de lluvia. Por suerte, el pronóstico dice que estará 'partly sunny' y que las temperaturas estarán entre los 10 grados a primera hora y los 14 sobre las 12:00.

6:45. Elección de ropa: Culotte largo no que luego me aso con el tejido ese de piel de melocotón. Venga, culotte corto y las recién encontradas perneras (protector para las piernas que es como una media hasta mitad de muslo pero más calentitas). El cubrecalzado no me lo llevo porque pasaré calor en los pies. Arriba... umm, camiseta transpirable, maillot corto y, por si las moscas para primera hora de la mañana, el paravientos fino. Al fin y al cabo el paravientos lo puedo doblar y meterlo en un bolsillo y no pesa nada. Ahora los pequeños detalles: pañuelo, guantes largos que quitan el frío pero no molestan con 14 grados, casco, gafas (les pongo los cristales de sol) y ya está.

Ahora la comida. Factor crucial: no llevar más peso del necesario si quiero competir la carrera. He minimizado la elección de la ropa, así que no la caguemos con lo demás. No me llevo barritas porque nos darán en los avituallamientos, no me llevo mochila para el agua y en su lugar me llevo un único bote pequeño, y me llevo sólo una glucosa líquida para metérmela antes de que empiece el tramo de competición. Peso total: unos 600 gramos con el bote lleno de aquarius. Correcto.

7:00. ¡Joder qué tarde! Hay que desayunar antes de salir que si no luego se nota la falta de carbohidratos frescos. Eso me lo llevo aprendido de la carrera de Bolaños. Tazón de cereales variados y corriendo para el coche. No me ha dado tiempo a limpiar la bici. Venga la limpio allí. Echo las cremitas de la bici y andando.

8:00. Ya estoy en Herencia. El cielo no es lo que decían los pronósticos. Me he tirado los últimos 50 km. en el coche mirando a las nubes que vienen del norte empujadas por el viento y no me gustan. Bajo del coche ¡Ostia qué frío! Me acuerdo de toda la ropa que he dejado en Ciudad Real y me quedo con un careto, gracias a dios, indescriptible. Venga, a inscribirse.

8:30. Después de hacer cola en el pabellón de Herencia y de recibir la bolsa de regalo por inscribirme (con un maillot en el que cabemos tres personas), me voy para el coche a limpiar la bici con sus cremitas, tarea que me lleva unos 15 minutos. La desengraso, limpio los piñones, limpio el cuadro, engraso la cadena de nuevo, limpio los discos del freno y lista. Empieza a llover. De nuevo la cara anterior. La tapo con un impermeable por no meterla en el coche recién engrasada. Deducción rápida: lluvia = barro, ergo limpiarla no ha valido para nada. Anyway.

9:00. Hora de la salida. Sólo eso, hora de la salida porque no hay salida. Todavía hay gente inscribiéndose.

9:30. Nos llaman para hacer la salida. Le quito el impermeable a la bici. Ha dejado de llover, lo que no significa que no vaya a haber barro, ni que las nubes negras que vienen hacia nosotros no descarguen cuando les apetezca. De nuevo, sólo llamada para la salida porque no hay salida.

10:00. La última media hora hemos estado de pie en la bicicleta en la salida esperando a que nos dejasen salir. Hago amistad con unas personas de Madridejos llamados Vidal, Fernando y otro que no me acuerdo de su nombre y decidimos ir juntos en el tramo controlado (cuando no es competición). Sorpresa, salida.

Increiblemente, participan 300 personas. La serpiente multicolor se ve preciosa desde atrás llenando los caminos que van hacia las montañas. Puede que la longitud del pelotón fuese de 1km. ocupando el camino entero. Una visión muy bonita para un ciclista.

Yo voy con Fernando comentando el 23F, esas cosas que de vez en cuando uno comenta. Él tiene 45 años y me dice que estaba en el instituto cuando ocurrió.

Me voy encontrando con los mismos ciclistas de otras carreras: Vicente, Pedro de Membrilla que hoy lleva una cámara en el casco, Alfonso de Membrilla de 68 años que hoy lleva también la peluca negra larga, etc. Hablo con muchos de ellos durante los primeros 20 km.

Llegamos a Puerto Lápice y atravesamos el pueblo. Hay gente aplaudiendo y se agradece. De repente, subida inclinada a un molino. Últimamente los molinos, antiguos o modernos, me recuerdan al sufrimiento de ascender hasta ellos. Esta subida la hago con Vidal y otro grupo que van un poco con la lengua fuera mientras yo, que parece que estaba más en forma que ellos, les voy contando no recuerdo qué cosas.

Al final de la bajada, el primer avituallamiento. Me dispongo a llenar mi bote con bebida isotónica porque me había bebido ya el medio litro que llevaba yo, e igualmente, me dispongo a coger una barrita energética. Pero no siempre la disposición lleva a la acción porque la organización, en lugar de hacer como en el resto de las carreras, nos ofrecieron agua y donuts, o como los veía yo en ese momento, una bebida sin hidratos de carbono, y grasuza con el peor azúcar que se le puede echar al cuerpo. En fin, el agua la tengo que coger, no voy a ir seco, y el donuts se ve apetecible y paso de no comer nada. Venga, agua y donuts y andando.

Los que hayáis llegado hasta aquí leyendo, tendréis vuestra recompensa a partir de ahora. Salimos del avituallamiento y el camino nos mete hacia unas montañas. El camino pica para arriba dificultando su tránsito con unas piedras puestas aquí y allá. Todavía estamos en el tramo controlado, así que voy tranquilo. Ahora voy con el hombre cuyo nombre no recuerdo, pero que era el mejor que iba de los tres de Madridejos. Veo que tanto él como los cuatro o cinco que puedo escuchar a mi alrededor parecen estar peor que yo. Eso me anima para el tramo de competición. Yo voy reservando fuerzas y no aprieto el ritmo en ningún momento. A veces pienso que no estoy calentando bien, pero sigo reservando. Todavía nos quedan otros 30 km. para empezar la competición. El camino ya no se empina, ya directamente se considera una subida en toda regla. A mí no me parece muy dura (no lo era), pero hay gente que se va quedando en la zona del pelotón donde yo iba. Estoy con Vidal y con Fernando porque éste lo está pasando fatal. Está grueso y lleva un mes sin coger la bici porque se le partió el cuadro y han tardado en traerle uno nuevo. Vidal y yo le acompañamos. Al llegar arriba del monte, además de una vistas preciosas de La Mancha y de la sierra de Madridejos, vemos que el día mejora y el sol sale. Ahora me alegro de la elección de la ropa. A estas alturas ya me he quitado las perneras y voy con el culotte corto y las piernas llenas de barro.

Empieza el descenso. Por motivos inverosímiles, el barro se acumula en el descenso y no en la subida de esta montaña. Eso significa que meter la rueda en un charco de barro y perderse en las profundidades del barro apariendo al otro lado del mismo en otra dimensión del espacio-tiempo es muy posible. Por otra parte, pedirle a bikers que tengan cuidado en una descenso es un acto de fe más que una acción lingüística. E ahí nosotros bajando a todo lo que nos da la bici ¡Cuidado! Curva a la izquierda lleeeeeeeeeeena de barro blando y, a su derecha la ladera muy empinada de la montaña sin llegar a ser un precipio. Y ahí voy yo por la ladera.

Tirado boca arriba sobre un montón de pinchos que no podía ver porque si me giraba me pinchaba todo el cuerpo, grito a la gente que está en el camino que me ayuden. Pasa Vidal y le llamo a gritos. Se para, me extiende una mano y llego a cogerle, pero cuando intenta tirar de mí e intento apoyarme en el suelo/pendiente para levantarme y llegar al camino, se me clavan todos los pinchos en las manos, las piernas y la junta de la trócola. Le digo que llame a otra persona para que me coja de la otra mano y entre los dos me saquen a modo de grua para que yo no tenga que moverme y, por consiguiente, mimetizarme con los coladores que no había por allí. Un amable hombre se baja de la bici y entre los dos me sacan. Me saco, entre otros, un pincho de dos centímetro de la pierna.

En el rato que han tardado en sacarme llega Fernando a nuestra posición y hacemos los tres el descenso juntos. A lo mejor no me escuecen los pinchazon por toda la pierna derecha que es con la que aterricé.

Llega el llano y Fernando está muerto. Vidal y yo vamos muy despacio esperándole hasta el punto en que estamos casi los últimos de un pelotón de 300. El pelotón ya no lo es y se han formado innumerables grupos. Cada vez queda menos para que empiece la competición y no quiero que empiece sin mí, así que aprovecho que hay otra subida para, con todo el dolor de mi corazón, despegarme de Vidal y de Fernando e irme para adelante. Como voy bien, en la subida voy adelantando gente que estaba sufriendo. Eso me anima pero también soy consciente de que no puedo gastar mucho y de que a estas carreras suelen venir algunas personas que no se salen con la bici. Corono rápido e inicio un descenso vertiginoso en el que adelanto a varias personas, y llegamos a una parte de llano en la que el viento da a favor. Ya no hay grupo. Ruedo solo y se van viendo grupos de 2 ó 3 personas desperdigadas por el camino. No me quiero no imaginar dónde están los primeros. Meto la quinta dejando la sexta para la competición. Voy pendiente del pulsómetro para no pasarme de 150 pulsaciones en mi remontada antes de la competición. Empiezo a rodar muy rápido. Soy grande, estoy más o menos en forma y el viento sopla a favor. Empiezo a pasar ciclistas como una bala y ninguno se puede enganchar a mi rueda. Eso me anima más porque ya es mucha la gente que he adelantado. Así estoy unos 15 minutos, y adelanto a unas 100 personas. Después de un buen rato veo por fin al grupo de adelante. Aprieto un poco y los cojo justo 5 ó 6 km. antes de hacer el segundo avituallamiento y el comienzo de la competición.

Llego con el primer grupo al avituallamiento. Veo algunas barritas, el agua y los donuts. Esta vez toca no comer nada. No se puede competir de forma explosiva (que es lo que son estas carreras porque se compiten sólo 15-20 km.) haciendo la digestión. El tiempo que estamos parados en el avituallamiento lo aprovecho para quitarle el barro a los cambios de la bici. Hay que procurar que todo funcione perfectamente. Lleno sólo medio bote de agua, me bebo la glucosa líquida, me pongo más o menos adelante en la salida y ¡Adelante! Hay unas 30 personas delante de mí haciendo un tapón y no quiero quedarme cortado, así que adelanto a muchos de ellos por el borde un sembrado que tocaba con el camino. Me pongo entre los 10 primeros y reconozco a unos cuantos de los buenos de otras carreras. Está Vicente (que ha hecho 3 segundos y un primero en las últimas 4 carreras), el chaval de Tembleque que ganó en Bolaños con una bici como la mía, está la gente de Tomelloso que dicen que andan y alguno más. De repente el ritmo cañero se para. Me sorprende y eso me hace que pueda relajar un poco. Es extraño, y tanto es que de repente llega un tío y pega un palo de impresión. Todos salimos como lobos detrás de él. Veo que me cuesta un poquito mantener el apretón pero no me descuelgo del grupo de los primeros. De repente se baja el ritmo otra vez. Aprovecho para recuperar. Pedro, el de Membrilla que llevaba la cámara, salta por la derecha pegando otro señor palo que mete el ritmo de carrera definitivamente. Todos salen detrás de él, pero ahora resulta que entramos en una trialera (camino muy estrecho por el que cabe sólo una bici o dos, que está en la montaña y que suele estar lleno de piedras. Es muy técnico). En las trialeras no es tan sencillo avanzar posiciones. Nos quedamos cortados del grupo de los 6 ó 7 primeros Vicente, el de Tembleque, yo y algunos más. No veo a los primeros porque la trialera transcurre entre matojos que no te dejan ver más allá de 20 metros. Los pedruscos son importantes y yo estoy a punto de caerme varias veces mientras subo. Vicente se va escapando pero eso entra dentro de los planes, sin embargo al de Tembleque le tengo delante a uno 20 metros. Adelanto a Pedro y a alguna persona más. Ya he perdido la cuenta de los que van por delante y no vuelvo a ver a la cabeza hasta la meta. Ahora se trata de no perder posiciones y de ir ganando puestos. Iniciamos el descenso por otra trialera. Hago un descenso muy rápido en el que dejo a la gente que viene pegada a mí y me acerco bastante al de Tembleque. Me anima esto porque él ganó en la carrera en la que yo hice el 17. Lo llevo delante y le veo. No me acerco mucho, pero a los que pasa él les paso yo aunque sean pocos. Salimos del descenso, cruzamos una carretera, subimos una pared de 10 metros y empieza otra pared de unos 400 metros impresionante. Veo que arriba hay personas que se han tenido que bajar de la bici y eso hace que me acerque a ellos bastante. Sufro subiendo pero dosifico, aunque llevo un castigo importante con la trialera anterior. Con el plato pequeño le voy rascando a las bielas todo lo que puedo. La pendiente me tira para atrás pero agacho el culo y aprieto un poco. Justo al final de la cuesta piso una piedra y me tira la rueda de alante fuera del camino. Me tengo que bajar pero cojo la bici y subo 10 metros corriendo para no perder posición (había ganado dos posiciones subiendo). Los últimos metros de la subida los hago montado y empezamos un descenso más fácil que el anterior pero más largo. Veo que se han empezado a hacer distancias porque apenas veo a una persona delante de mí. Empiezo a meterle sin mirar para atrás. En el descenso me parece que adelante a otra persona (no sé si fue en ese o en el anterior). Había público a lo largo del descenso y eso animaba, pero no había que hacer el loco. En un trozo de bajada más recta veo que el de Tembleque sigue ahí y que hay otras 3 ó 4 personas. Eso me anima y veo que, aunque a tope (a veces veo el pulsómetro a 180 y otras veces a 17o y pico), no estoy vacío. Sigue el descenso. Ya sólo queda una curva a la derecha un poco peligrosa por el barro y los baches y empieza una parte de llano larga. Como me estaba acercando a los de adelante (a los que veía, porque a los primeros no los veía) pensé, erróneamente, que sería buena idea arriesgar un poco en la curva. Creo que no hace falta que comente más. Desde ese momento en adelante fui cubierto de barro en toda mi parte derecha. A la bici no le pasó nada. Tardé 5 segundos en levantarme y arrancar, y de hecho nadie me pasó (me había despegado bastante en el descenso).

Penúltima parte. Entramos en el tramo llamo. Es como un kilómetro por una carretera asfaltada que da luego a otro camino llano que, después de 500 m., deja de ser llano. En la carretera me cogen dos que se habían pegado a mí como consecuencia de mi caida y hacemos un poquito de relevos. Tenemos al de Tembleque y a algunos más a poca distancia. Empieza una subidita de unos 800 m. cuyas últimas rampas son las que generan nuevos insultos como fruto de la extenuación del ciclista. En esa rampa mantenemos nuestros puestos, el de Tembleque se va un poquito pero no mucho y delante de mí hay un par de personas, junto con las dos que van detrás (los de los relevos). Me pasa uno de los de detrás. Cabrón. Llegamos a fin de rampa, le paso yo, y empezamos otro descenso muy bueno. En ese descenso me voy definitivamente de los dos que venían por detrás. Tengo a tiro de piedra a un tío que está entre el de Tembleque y yo. Le aprieto le aprieto pero sin pasarme porque queda, según el libro de ruta, la última subida que son 2 kilómetros y pico al 15% de media. Para los no entendidos sólo diré que eso es más que muchísimo. En la bajada me acerco al que tengo delante. Me da la sensación de que flaquea. Torcemos a la derecha y empieza la ascensión. Nada más torcer la curva le cojo y le dejo, creo, que hasta arriba. La cuesta se pone dura. Veo adelante al de Tembleque que ha pasado a otras personas. El tío sube bien. Yo intento mantener el ritmo para que no me coja nadie. Empiezan las curvas para salvar el desnivel. El sol además aprieta de lo lindo ahora y yo llevo toda la ropa encima. El esfuerzo y el calor hace que me den escalofríos. No me gusta y bajo el ritmo. Sigo subiendo. Me pasa por la izquierda un tío que sube extenuado. Quizás podría haberle seguido, pero de ninguna manera voy a hacer que me de un golpe de calor. Doy esa posición por perdida. La cuesta continua y lo peor está más arriba. Me dan ganas de bajarme pero no puede ser. Muy cansado veo ya la última rampa. Son 200 m. con un desnivel impresionante. No sé cómo, pero se me sale la zapatilla del pedal y pongo el pie en el suelo para no caerme. Subo unos 5 metros de pie, pero eso, y lo que tarde en meter el pie en el pedal de nuevo, les sirve a dos que venían detrás de mí para pasarme. Se ponen diez metros por delante y veo que sufren, pero nos quedan 50 metros para llegar. Pongo el plato mediano porque me quedaba algo de fuerza (las que no había gastado para evitar los escalofríos) y me acerco a ellos mucho, aunque no consigo pasarles antes de la meta. Llego muerto arriba. Hay gente en el molino donde hemos acabado y me dicen que no me pare porque me voy a quedar frío. Les miro con la cara reventada, doy una vuelta al molino (20 m.) y me bajo de la bici hecho polvo. La subida a sido increiblemente dura. Muy dura. Al final pregunto la posición y me dicen que he quedado el 12.

Me voy contento para el pueblo porque había gente que andaba de verdad, y porque los dos últimos puestos podía haberlos conservado, pero bueno. Al final llegué al poliderpotivo del pueblo donde me quité el barro, la sangre y el sudor. Comida con el resto de los ciclistas y para casa.

8 comentarios:

José Luis Lara dijo...

Palomares, vaya parrafadas que sueltas... Soy incapaz de terminar de leermelo.

FRANCIS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

El comentario de antes es mio...
Francis

Anónimo dijo...

Dioooooooooos, que capacidad de recordar detalles y de control de la carrera!!
¿que raro lo de los piñazos no? jeje,
Dentro de poco podio
FRANCIS

marivi dijo...

está claro que lo que nos diferencia de los demás es nuestro espíritu...sigues corriendo con sudor...sigues cuando te tiemblas las piernas..cuando parece que se acaba el aire...está claro que la vida misma es un desafío...el cansancio acaba, el sudor se seca,..hay algo que nunca acaba y es la satisfacción de haberlo logrado...verdad?...un beso campeón..

Manuel Palomares dijo...

Gracias por vuestros comentarios chicas. Lo de José Luis lo entiendo, así que tío, que no te corte leer sólo lo que quieras.
A Francis y a Mariví, como siempre, se agradece el cariño con que escriben.
Respecto a lo de los piñazos, lo que más me jode es que arañé la bici nueva, y con lo que dice Mariví estoy totalmente de acuerdo, ella lo sabe bien.

Bruno (papá de Paula) dijo...

Manolo, compadre, me quito el sombrero una vez más no sólo por el esfuerzo de la carrera sino por conseguir transmitir el "story board" de la película de tu vida.
¡Qué emoción!, pensaba que al final ibas a ganar jajaja, pero el puesto final sabe a "podio y a langosta". Espero que en la próxima consigas quitarte esa espinita de dos centímetros de los montes manchegos. Ánimo y mucha energía amigo mío

Un abrazo,
Bruno

Bruno (papá de Paula) dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.