lunes, 30 de marzo de 2009

Deconstrucción de una carrera. "Calatrava Extreme en Bolaños". No podían pasar más cosas.

Y finalmente, me monto en la grúa de donde una bocanada de aire caliente me arropa para recuperarme camino a casa. Fue el coche o fue mi desorganización, la señalización escasa o un desaire al riesgo, fue... En definitiva, tras la grúa quedaba el charco de aceite limpio que se escapó por la gran grieta del cárter, esas piezas que a veces no resisten el envite de un resalto sólido y tenaz. Al menos el coche había llegado al pueblo siguiente en mi viaje de vuelta tras la carrera. No me gustó el humo que salía del motor pero ahí estaba. Yo helado de frío paradójicamente, parado en la cuneta de una circunvalación vívida, con las mallas y el paravientos anegados por el sudor de la prueba. El viento haciendo bromas de gusto extraño con mi espalda, machacada por los sinsentidos de la temperatura que ha tenido que soportar una mañana entera. Mi espalda está tremendamente irascible y empapada, reposando, eso sí, en el asiento del coche. Se cuela el frío por algún lugar o emana de mis calcetines mojados que decido retirar para salvar a los pocos dedos en los que siento aún cierto tipo de impactos. Los dedos de las manos aún no me han empezado a doler lo que me dolerían más tarde ni lo que me dolieron más temprano. Almagro era el pueblo donde me encontraba. Bolaños del que venía, donde se quedó el cárter, donde empezó la carrera, donde terminó la carrera, donde los corredores pasaban de estado líquido a estado sólido por la sensación térmica, decidida a conquistar un picado de profundo final sin importar cuantas histerias pudiese despertar. Frío, desvergonzado y cobarde frío que siempre llegas pro detrás... De Bolaños salí tras la prueba con el coche hacia Ciudad Real sabiendo que no funcionada bien el vehículo tras semejante aterrizaje. Lo tenía aparcado junto a la meta. Allí me despedía de los compañeros mientras metía la bici completamente embadurnada de La Mancha en la parte del coche donde otros menesteres suelen realizarse. No fue casualidad que le colgasen témpanos de barro a mi bici y a todas sus compañeras. El día ha sido absolutamente terrible. En ningún momento del invierno ni de los inviernos anteriores he sufrido por la temperatura como hoy. Yo y tantos otros. Ver los coches en la meta, y la meta en sí, fue un alivio más que una satisfacción. Yo esperando a un compañero para entrar juntos, pues este tramo hasta la meta última no era competición, la cuál hacía un rato que habíamos terminado. Ese trayecto más tranquilo al final de la prueba con mis compañeros y con los otros ciclistas ha sido prácticamente un paseo de 12 km. desde el último avituallamiento en la montaña hasta el pueblo. Un descenso tranquilo y amistoso, exposición de bicicletas, preciosas, ahora cubiertas por capas de barro de distinto grosor en función de las caidas de cada uno. Es bonito y curioso ver cómo después de la competición las personas nos quedamos mejor con la cara de las personas, de determinadas personas, normalmente aquellas con las que te has estado pegando por los caminos con la sencilla intención de arañar un puesto, de sentarte en un trono mayor entre los compadres de la provincia. Ese descenso lo hice hablando con el que había quedado en el puesto 12. Alto como yo, un poquito mayor, sin ropa de ninguna peña, buena bici, menos entrenamiento que yo. Me alegraba por él pero me cabreaba mucho por mí. Un poco de sol quería ahora acompañarnos durante el descenso final, pero hasta el último avituallamiento, cualquier vestigio del sol era simplemente una narración mitológica. En ese avituallamiento, hecho en la montaña justo al acabar el tramo de competición, muchos hemos sufrido más que demasiado. No es difícil imaginar la cantidad de sudor que empapa a las personas que durante 45 minutos han estado haciendo un esfuerzo al máximo de sus posibilidades. Pues con esa cantidad respectable de líquido aún sin evacuar por culpa de la humedad del ambiente y la baja temperatura, hubimos de parar a comer 30 minutos y a esperar a las personas que habían quedado atrás en la competición. Mi garganta empezó a quejarse en forma de tosido desesperado y mi culotte no quiso desprenderse del líquido que me cubría de la cintura a las rodillas. Parecía llanamente que me había orinado encima y era la única persona que estaba así. Conclusión, mi cullote no sirve para quitarse la humedad de encima como debiera. Un bocadillo y su bebida isotónica correspondiente no tenían la suficiente envergadura para combatir las ráfagas de aire polar que circulaban por la sierra sin miramientos. La sierra donde estaba la meta de la competición, simbólicamente, quizás, bajo las aspas de un molino de viento erigido en una de las cumbres. Hasta ahí, 12 km de recorrido de competición de los cuales la gran mayoría se realizaban ascenciendo la sierra. Una sierra no demasiado imponente, pero sin perder sus atributos en ninguna parte del trayecto. Asimilé más o menos bien llegar en el puesto 17. No porque hubiese más de 100 personas, muchas no eran competidores en realidad, sino que, simplemente, encontré rápido la excusa para explicar mi fracaso. Mantuve la posición casi la última mitad de la prueba excepto por una persona que me pasó. Los de atrás, bastante alejados. He de decir que, una vez situado en el grupo de cabeza, no realicé ni un adelantamiento, todas las personas me pasaron a mí. Pasé de ser el cuarto a pie de puerto, a llegar el 17. Sí, antes de llegar aguantaba bien, pero en las cuestas pegué el reventón. Un ritmo demasiado alto ese día. Simplemente coger el ritmo y a tirar. Pero me pasaron, con el reventón, 13 personas. Caminos estrechos, muchas piedras, bajadas preciosas entre la jara y pasando grandes charcos, orgulloso de una bici de la que me voy a desprender. El recorrido fue precioso, pero las piernas no daban más de sí. El objetivo a mitad de carrera, que no me metiesen mucho tiempo los que me habían pasado y que no me cogiese ninguno más. Se puede decir que lo conseguí, pero no se parecía en absoluto al objetivo para el que competía: llegar de los 5 primeros. Creo que poco tuvo que ver con esto el frío intenso de los 30 km anteriores. Y quizás no fuese determinante la desastrosa elección de la ropa y la alimentación (sin protección para el frío ni en las manos ni en los pies, con un paravientos impermeable que no transpiraba y que me hizo sudar hasta el extremo, sin pañuelo para evitar que el sudor se metiese en los ojos, sin bebida isotónica, con un desayuno una hora antes de la prueba, sin café). He mirado varias páginas de internet en las que hablan de la alimentación antes de la carrera, y aún no he encontrado la contribución al rendimiento de las migas, las gachas, la carne de matanza, las torrijas, la caldereta, el asadillo, la bollería y esas cosas en las que consistió mi dieta del fin de semana. El hecho de haber dormido 5 horas el viernes y 6 el sábado creo que no ha contribuido a que los músculos se relajen adecuadamente, pero ¡quien se pierde un finde manchego con los colegas de Madrid! El finde que viene veremos hasta qué punto la dieta y el descanso pueden realmente fastidiar una carrera. Quizás simplemente no haya entrenado bien.

5 comentarios:

Bruno (papá de Paula) dijo...

Magnífica construcción narrativa de una perfecta deconstrucción de la carrera. Qué realismo, copón. He sentido mis vaqueros y mi camisa como si fueran un culotte y un mallot empapado por el sudor y congelado de frío... aún me rechinan los dientes.
Lamento lo del coche, pero lo de llegar entre los veinte primeros me parece una gesta dignísima para un culipardo azuzado y engordado por la dieta calórica del fin de semana. Enhorabuena y adelante con todo. Qué grande eres, Manolo.

Un abrazo,

Bruno

Anónimo dijo...

Sí es verdad eres grande ...pero jiji...estás como una cabra...a qué me suena esto del resalto...la grúa...:)....a qué me suena...buff...si yo contara...

Manuel Palomares dijo...

Ya sé quién es el anónimo que ha escrito. Lo mismo ha hecho resalting conmigo alguna vez, jejeje.

Unknown dijo...

me estoy muriendo del sueño,pero mañana leeré la última parte,lo que pasa es que(y escribo este comentari por esto)creo que me he perdido,porque he empezado a leer y he visto no sé qué del coche roto y una grúa!!eso no lo he visto anteriormente,una aclaración??
Besitos

Manuel Palomares dijo...

Es una deconstrucción de la historia. Si sigues leyendo verás cómo encaja lo del coche con todo lo demás.
Esper que te guste.