lunes, 30 de marzo de 2009

Green Andalus Reduced. Capítulo 1: Perdidos en la sierra de noche.

Como ya sabéis, del 18 al 20 de marzo Marcos y yo hemos intentado hacer una ruta que había bautizado como Green Andalus. La idea era recorrer en su extensión completa el cuerpo de dos vías verdes (Vía verde del Aceite I en Jaén, y Vía ver de la Subbética en Córdona), pero debido a distintas circunstancias, los planes se fueron metamorfoseando hasta que al final hubimos de respetar apenas la salida y la llegada por pura necesidad. Paso a relataros lo que ha sido la experiencia. SALIDA: Después de un viaje placentero en que vimos a La Mancha más verde de los últimos años, rompemos la barrera de Sierra Morena para caer en un picado suave hacia Jaén capital. La carretera que nos servía de camino de ladrillos amarillos se enfrenta de golpe con la Sierra Sur de Jaén, un escollo desconocido de la geografía española que muestra claramente el papel de la política en la ciencia, y, a su vez, la relativa relevancia de la ciencia en la educación. Marcos y yo confundidos. Parecía Sierra Nevada por lo imponente de las rocas, pero en cuarenta minutos dimos con la respuesta. El coche pasa a Jaén con nosotros dentro y, tras varias preguntas a los viandantes, encontramos el comienzo de la Vía Verde Jiennense aderezada de un acento absolutamente local. 7:00 PM. El sol se roza con una montaña que está justo enfrente de nosotros. No es muy inteligente empezar una ruta de 50 km cuando el sol se está poniendo, pero no podemos estar toda la vida con el mismo concepto de inteligencia. Foto de rigor junto al punto de partida, vamos allá. El camino está asfaltado, agradable sorpresa. Vemos la distancia que vamos recorriendo cada medio kilómetro en pequeños carteles indicadores. En el kilómetro 8 compartimos un tramo de vía con una furgoneta que nos adelanta. Las alforjas le pesan a Marcos aunque está acostumbrado. La bolsa cúbica que llevaba en mi manillar y mi mochila me pesan a mí. Estoy menos acostumbrado, pero él me dice que con el tiempo y los kilómetros al final esos hándicaps físicos se vuelven invisibles. Espero que sí. Continuamos por ese kilómetro 8. Me doy cuenta que el presupuesto para sembrar la vía de carteles marcando los puntos kilométricos se ha acabado. Continuamos a pesar de ello hasta llegar a una bifurcación donde el cartel que debía mostrar una flecha indicando el camino había desaparecido. Allí estaba su palo enhiesto y firme clavado contra un pobre césped rodeado de olivares. Entre tanto, la bifurcación continuaba abierta y no parecía tener intención de fundirse en un único camino inconfundible. Nuestra decisión se basó en las características del firme y en el desnivel. Lo lógico es que la vía continuase asfaltada y que el desnivel fuese nimio puesto que por allí, originariamente, habría de pasar un tren ahora fantasma. Tomamos el camino de la izquierda. Error. Simplemente nos conduce junto a la autovía. y hay cuestas insalvables para un tren. Nos hemos alejado bastante de la bifurcación y la otra opción se aleja hacia el norte. Decidimos ir en busca de esa segunda vía atravesando un campo de olivos, compañero de viaje hasta el final, tristemente porque siega cualquier estética del paisaje. Al llegar a la otra vía, el sol parece tener prisa y se resbala patosa pero fulminantemente tras una de las tantas montañas que nos tenían acorralados. Encendemos nuestro aparataje nocturno. No nos falta iluminación en ningún momento. Yo esta vez he acertado con la linterna. Marcos conserva la misma de la última vez, que nos salvó en los túneles de la Jara. Tomamos el nuevo camino, también asfaltado, e igualemente carente de señalización. En principio, la pendiente parecía extraña para un tren, pero si sólo había dos opciones y esta era la segunda, debía ser la buena. Continuamos con la noche cerrada y sin ver más allá de la luz de nuestros focos. Apenas unos fotones rebotados de la luna o vaya usted a saber de dónde nos permitía vislumbrar someramente el perfil de lo que nos caía encima. Apenas unos kilómentros y subiendo cuestas con pendientes importantes y aparece a lo lejos un Todoterreno. Le hacemos señas, reduce la velocidad, lleva la luz interior encendida y eso nos permite ver que es un hombre de unos 50 años quien conduce junto a la que presuntamente podía ser su mujer. Al pasar junto a nosotros, lejos de pararse, continúa su camino dejándonos estupefactos y con un cabreo de dimensiones colosales. Continuamos unos cuantos kilómetros. Una cuesta de casi un kilómetro muy empinada me termina de decir, y me imagino que a Marcos también, que no es este el trayecto diseñado para que paso un tren. Termina la cuesta, y sin ver más que el radio que alcanza mi linterna y los pueblos iluminados en la lejanía, enciendo un GPS que le había cogido a mi primo (gracias Juan) por si acaso en algún momento era necesario. Este era el momento necesario porque nos dice claramente que nos hemos desviado varios kilómetro hacia el norte cuando deberíamos estar yendo hacia el oeste. Marcos y yo decidimos volver de nuevo a la bifurcación y pensar desde allí. Habíamos perdido una hora pero por suerte no hacía frío, que era el peor enemigo, junto a la lluvia, que podíamos tener ahora. En el camino de vuelta, dos fieras se nos cruzan en el camino. La primera, un gran perro salvaje (según Marcos) / lobo (según yo). La segunda un pequeño perro salvaje (según Marcos) / hiena (según yo). La fiereza la llevan pintada en el lomo, pero en principio parece que es el cerebro quien les encomienda a actuar de una forma concreta, huyendo. Tras el susto, continuamos. Llegamos tras un rato de cuestas (las que habíamos bajado antes sin darles importancia) a la bifurcación. Yo propongo tomar la primera opción y ver dónde nos lleva. Marcos dice que deberíamos ir al pueblo que teníamos enfrente y pasar allí la noche. Su propuesta me parece más razonable así que le sigo. Atravesamos la autovía que nos separaba del pueblo a través de unos túneles subterráneos, y cuando estamos entrando al mismo, vemos que por encima de nuestras cabezas pasa la vía verde. Nos habíamos equivocado en algún momento y la bifurcación ya estaba fuera de la misma. Una pareja nos dice que en ese pueblo, Torredelcampo, sólo hay un sitio para dormir, la misma cantidad que en el pueblo siguiente, Torredongimeno. Marcos conoce Martos, el tercer pueblo. Preguntamos la distancia y nos dicen que a unos 12 km. Asequible. Cogemos nuestras bicis, y bajo un espectáculo estelar de esos que ya no se pueden ver en las ciudades, recorremos esa distancia hasta Martos, previo pinchazo mío. Renunciamos definitivamente a ir a nuestro destino planificado: Alcaudete. Son las 21:30, llevamos casi 40 kilómetros, y Alcaudete está a 25 km de Martos. La policía nos indica un lugar donde dormir, y el señor de ese lugar, un lugar donde comer. Pizza y rosca de jamón. Nos son carbohidratos puros, pero el hambre sí que lo era, así que fue una opción aceptable. A las 00:00 acostados, y al día siguiente a las 8:00 en pie para desayunar e intentar llegar a las 12:30 a la cueva de los murciélagos en Zuheros, a casi 50 km. de allí. Lo de hoy ha sido un paseo, mañana nos espera una jornada larga que tendremos que cambiar porque salimos 25 km. más atrás de Alcaudete.

El mapa de la ruta lo podéis encontrar aquí.

http://mapas.viasverdes.com/

Es una línea verde que sale de Jaén.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gusta el primer día del viaje, muy empcionante!!o sea q os perdísteis??eso debió de ser lo mejor, jejejjej.Yo por costumbre he visualizado todo lo que estabas contando, así que me ha gustado, aunque he tenido cierto problema con al visualización de los campos de olivos y los he convertido en trigo, jajajajaj!!espero que no importe!no me extraña que el señor del todoterreno no parase,llego a ser yo y veo a dos locos en bicis entre el trigo y tampoco paro.por cierto, me parece muy poco el tiempo en el que habéis llegado a perderos, a encontraros y en llegar al pueblo con nombre diferente de Torrealgo o como se llamasen todos los pueblos anteriores.supongo que realmente no os encontrásteis estas fieras que dices Manolo,porque sabemos que eres un poco exagerado,pero si dices la verdad,para la próxima que sepas que las hienas no se acercan si eres más alto que ellas(o eso dicen en el Rey León).se acercaron mucho???todavía estoy pensando a qué velocidad íbais!!!y dónde dejásteis el coche??a lo mejor teníais que haber colgado un croquis de la ruta que queríais seguir para poder orientarnos ahora!!
voy a seguir con el siguiente capítulo,no pensé que me gustaría tanto!:-)

Manuel Palomares dijo...

Mola tu comentario Hris. Lo que tardamos realmente poco fue en perdernos. Estábamos calentando y ya nos habíamos perdido. Increible. La verdad es que el resto del tiempo le fuimos rascando a la bici lo que pudimos, pero tampoco una barbaridad, así que a lo mejor te has imaginado que lo hicimos en menos tiempo del que realmente tardamos. De todas formas somos unos machotes. Lo de las fieras es cierto. Estábamos subiendo una cuesta totalmente a oscuras, iluminados solamente por las dos linternas que llevábamos, y de repente se cruzaron deprisa a 5 metros de nosotros el lobo y la hiena (quizás no era un hiena, pero era un carnívoro), por lo que por poco nos caemos de la bici del susto. Lo de colgar la ruta que hicimos lo voy a intentar, aunque mejor pongo el enlace al mapa de las vías verdes y ya está. Ahora cambio el post.